Compras, McDonals y Lis (Lis)

Lis y yo habíamos decidido ir a pasar aquel sábado de compras, tooooodo el día. Vamos: el plan perfecto.
Le había dejado a Goyo una grata sorpresita en casa: los palatos y sartenes de la noche anterior para fregar, lo cual en parte hacía sentirme culpable y, en otra parte, hacía sentirme libre e irresponsable.
Habíamos comido en un restaurante que estaba en el centro comercial, mientras hablábamos de varios temas en general.
Ella, a diferencia de mí, se había comprado mucha ropa. Yo, por el otro lado, había comprado poca pero sí dos pares de zapatos: unas bailarinas negras y unos botines de cordón negros, parecidas a las botas militares populares sólo que con quince centímetros de tacón.
Aquella tarde, habíamos andado más tranquilitas ojeando las cosas, pero yo nunca encontraba lo que me gustaba en lugares tan comerciales... Entonces me divertía aconsejándole a ella.
En aquel mismo momento estábamos en el McDonals. Vale. Éramos unas tías que se cuidaban mucho, sobretodo por físico y tallas... pero en cuestión de comida, creo que éramos bastante parecidas: comíamos de todo, pero de todo tipo de fritangas y comidas poco saludables.

Estaba acostumbrada, manía que tenía desde pequeña, a sentarme en sitios públicos con las piernas cruzadas como los indios, por lo tanto que, aquella, no iba a ser una excepción en aquel día.
Mandando un poquito a la santísima borda la dieta que me había dicho mi madre que siguiera una vez me habría mudado a San Antonio, decidí darme un banquete de lujo: dos hamburguesas con queso que valían cada una un euro, patatas fritas y ocho McNuggets.
Sí... Aquello era suficiente para mi estómago, tampoco era cuestión de pasarse... Aunque podría haberlo hecho. Yo tenía la suerte de comer, comer y comer y no engordar nunca.
Estaba cotilleando por Lis y, cuan grande sospresa -nótese la ironía-, ella cambió de tema de un salto al tema de "Hablemos de chicos, más concretamente de tú y Goyo".
Tras dar un mordisco a una de las hamburguesas que tenía frente a mí y pasar mi mano por mi boca -otra manía, me gustaba tenerla tapadita, odiaba que me miraran mientras comía-, me limité a sonreír y encoger los hombros.
-Pues... No sé. Está bien... -murmuré, dejándolo en el aire- ¿Y con Dani?

Reí entre dientes ante su gesto, desviando mi mirada hacia la comida que tenía frente a mí.
Iba a decir que se me había quitado el apetito... Aquel tema me ponía de los nervios... Sobretodo porque Lis aún no sabía que Blackman... Significaba algo para mí.
Seamos realistas, ni siquiera sabía qué había pasado conmigo y con Blackman. Ni que él me salvó la vida. Me sentí mal por no habérselo contado, pero tampoco sabía cómo empezar aquel tema, así que...
¿Írseme el apetito? Ja... Claro...
Cogí de nuevo la hamburguésa, dándole un mordisco y, al tragármelo, contestándola.
-Osea, que a las dos nos va bien... -murmuré- Es curioso, siempre pensé que acabaríamos chicas y chicos durmiendo por separado, como en las escursiones del instituto.
Era cierto. Lis y yo siempre habíamos hecho planes como: cuando tengamos perras, nos iremos a vivir a no se donde, tendremos pasta y nos iremos de ligoteo por lo más alto.

Sonreí. La verdad es que nunca había visto aquello como lo estaba viendo ahora.
Lis siempre había parecido mi hermana. Siempre me la había imaginado conmigo viendo películas por las noches, o cotilleando tanto como las inseparables amigas de Sexo en Nueva York. Así es como la veía a ella, y eso era más difícil ahora, que no compartíamos mucho tiempo juntas salvo cuando salíamos a tomar algo después del trabajo que también compartíamos.
Desvanecí mi sonrisa conforme iba terminando mi suculenta hamburguesa, la cual dejé a un mordisco cuando fui a confesarle algo a Lis.
-¿Sabes quién es Blackman, Lis? -pregunté, sin atreverme a mirarla a la cara.

Asentí lentamente con la cabeza conforme fruncía los labios y luego me los relamía, pasando mi dedo índice por la boquilla de la botella de agua que tenía como bebida.
-Sss...Sí... -balbuceé, siseando casi como una serpiente y alzando de pronto la mirada hacia sus ojos azules cristalinos- Blackman... -lo nombré, sin apenas saber cómo empezar-. Bueno, pues... Hace unos días... Pasó algo.

Suspiré, dejando la comida como estaba y acomodándome en la silla donde estaba sentada, atreviéndome entonces a mirarla fijamente más de cinco segundos a los ojos.
-Nada malo. Creo... -murmuré-. Sólo que... Bueno, a parte de que el otro día me salvó la vida... Creo que... -suspiré-. Tiene algo que me gusta -dije, rodando los ojos conforme me llevaba una McNugget a la boca-. Sí, sé que es una locura pero... Yo estoy muy loca. ¿No?

Hice una mueca, negando lentamente con la cabeza y mirando la comida pensativa, como si tuviera delante de mí una obra a la que había que mirar atentamente para pillarle el sentido.
-No lo sé. Me temo que no. Es como... Algo imposible y... Blackman... Viene y va cuando le viene en gana, es una persona muy impredecible. Creo que... No lo llamaría error, pero sí tal vez algo que debería pensar mucho. ¿No crees? Además... Goyo...

Abrí la boca poco a poco, alzando lentamente las cejas y mirando en plan confidencial hacia los lados.
-Vamos, Lis... Te estás delatando... -siseé, aprovechando su metedura de pata para salir de mi tema.
¿Que había hecho qué? Madre de Dios... Lo que no nos pasara a nosotros...
-¿¡Te has acostado con Dani!? -exclamé, en un pequeño siseo sin que nadie más que nosotras pudiera escucharlo-. Joder, y yo pensaba que lo mío era... muy fuerte... Pero bueno, ¿qué ves en eso de malo?

Fruncí los labios en unos morritos humedecidos y pintados de rojo, mirándola con una sonrisa cuando me cogió una de las pocas McNugget que me quedaban.
A lo tonto, a lo tonto, había empezado a terminar de comerme casi todo mi menú, a ver si era verdad que comer tenía que ver mucho con los estados de ánimo.
-Bueno, yo también veo casi las 24horas del día a Goyo y no me he acostado con él. Si tú lo has hecho... No sé... ¿Te has replanteado eso de que te pueda... gustar? Sé que está Aitor, que me has hablado un poco de él. Pero bueno, Dani... Dani es Dani.